lunes, 23 de enero de 2012

No name

Ya no podía soportarla más. Bajé las escaleras y estaba allí, sentada en ese sofá. Llevaba la blusa roja que tanto me gustaba, que tanto me excitaba. Ella lo sabía. Sabía que vestida así podía tenerme donde quisiera. La escalera crujió. Ella se giró. De sus labios salió sólo una palabra: "ven". Tenía una copa de vino en la mano, la chimenea estaba encendida. Me acerqué a ella y la contemplé. La blusa de satén rojo escondía un corsé de encaje negro, con su liguero correspondiente. El pelo suelto y rubio, maquillaje el justo. Sus ojos azules miraron hacia los bajos de mi pantalón, sonrió. Levantó la mirada. Tenía la expresión de lo que realmente era: una zorra. Mis manos se abalanzaron sobre la blusa, desabrochando cada uno de los botones. Despacio. Ella seguía bebiendo de su copa de vino. Aparté suavemente la blusa. El corsé realzaba sus pechos. Los toqué. Los lamí. Los mordí. La apreté contra mi y ella me mordió. Sabía cuánto me excitaba aquello. La separé de mi y le di una bofetada. Ella me siguió mirando con cara lasciva. Eso le gustaba. La cogí del pelo y me desabroché el pantalón. La obligué a chupármela como nunca antes lo había hecho, incluso se atragantó un par de veces. No me corrí, aunque habría disfrutado viendo como a esa zorra se le llenaba la cara con mi semen. Al fin y al cabo no quería dejar rastro. La levanté del suelo. No pensaba tocarla. No iba a darle facilidades. La empujé contra el sofá y le di la vuelta. Le bajé las bragas y la embestí. Pese a la brusquedad y a su edad, ella parecía estar disfrutando. Paré de nuevo. Ella se giró y se dispuso a chupármela de nuevo, esperando a que me corriera para tragárselo todo. La levanté. Ella me miró extrañada. Saqué un pañuelo. Le susurré: "gírate". Probablemente pensó que se trataba de un juego. Lo hizo. Le pasé el pañuelo alrededor del cuello. Apreté. Al cabo de pocos minutos dejó de respirar. Por fin me había librado de aquella engreída.

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