sábado, 16 de abril de 2011

No name

Era septiembre. Yo estaba acomodado en la hierba que rodea el campus, justo enfrente del camino que bordea un pequeño lago. Estaba ausente del mundo, envuelto por la esencia del libro que estaba leyendo en aquel momento mientras escuchaba música y me fumaba un pitillo. ¿Sabe usted esa sensación de cuando estás tan metido en un libro que es como si el aire cobrara un mensaje especial? Así estaba yo, en una especie de nube filosófica que me tenía completamente absorbido. Se respiraba aire limpio pese a estar el campus tan dentro de la ciudad. Hacía el típico día de otoño, con las hojas que caían de los árboles mientras el cielo nublado dejaba ver, con una tímida suavidad, algunos trazos de sol. La brisa era lo suficientemente fría como para que al respirar sintieras el fresquito en tu interior pero lo suficientemente cálida como para andar todavía sin chaqueta.
En el momento en que acabé el capítulo V cerré el libro, dispuesto a dejarme contagiar por aquel momento de paz y tranquilidad y así dar rienda suelta a mis pensamientos; pero algo me hizo mirar hacia otro lado. A orillas del lago estaba ella. Jamás en mi vida vi ser humano más hermoso. 
Tenía una larga melena castaña, recogida por una pequeña flor blanca en uno de los lados que dejaba entrever parte de su rostro incluso en la lejanía. Era una chica de rasgos finos, piel morena sin llegar a ser oscura y los ojos almendrados. Estuve un buen rato observándola, inmóvil ante tanta belleza, me tenía totalmente fascinado. Llevaba un vestido amarillo y ceñido que dejaba ver sus firmes y estilizadas piernas y su terso y, seguro suave, pecho. Me encantaban sus manos, sus brazos, su espalda descubierta, sus piernas, sus ojos, su cuello, su boca... Me entraron unas ganas locas de ir hacia ella, besarla, recorrer todo su cuerpo con mi lengua. Quería arrancarle con suavidad el vestido, quería tumbarla debajo de mi y no perder ni un sólo detalle de su cuerpo, quería hacerle amor ahí mismo, a orillas del lago. Me imaginaba besando todas y cada una de las partes delicadas de su cuerpo, impregnarme de su olor, penetrarla con fuerza y pasión pero sin romper con la suavidad del momento, me la imaginaba cabalgando desnuda sobre mi pelvis como si de una amazona se tratara, cogerla de su suave y larga melena y acercarla más y más hacia mi miembro erecto, correrme dentro de ella sintiendo como nos fundimos en uno solo al llegar al éxtasis...
Para cuando quise salir de mis oscuros y perversos pensamientos ella ya no estaba allí. Agotado por el encuentro sexual que había tenido lugar en mi imaginación me tumbé dispuesto a rememorar todas y cada una de las imágenes que habían pasado por mi mente segundos antes. Me despertaron con un suave, cálido y familiar beso. Era mi novia.


domingo, 10 de abril de 2011

Miedo

Tal y como dijo Alonso Ercilla, "el miedo es natural en el prudente, y el vencerlo es lo valiente", pero ¿hasta qué punto es natural el miedo? ¿deberíamos enfrentarnos a nuestros miedos siempre?
Todos tenemos miedo a algo, desde pequeños insectos hasta grandes fobias que llegan al punto de hacerte odiar a otros seres humanos. El miedo es un adversario muy fuerte, que siempre está presente en nuestras vidas y que cuanto más queremos que se aleje, más cerca se encuentra. Nos acompaña desde que nacemos hasta los últimos instantes cercanos a la muerte.
La pregunta que debemos formularnos es si debemos combatir todos nuestros miedos o algunos simplemente debemos dejarlos correr y esperar a que se vayan solos. Por ejemplo hay muchos niños que tienen miedo a la oscuridad, y si le preguntas a cualquier madre te aconsejará que les dejes tranquilos que ya se les irá solos. Posiblemente este ejemplo recuerde alguna vivencia personal y digáis ¡yo también tenía miedo! ¿Alguien recuerda cómo desapareció ese miedo? ¿Alguien recuerda haber combatido ese miedo de alguna forma y que a consecuencia de ello desapareciera?
Siempre se aconseja que hay que arriesgarse y enfrentarse a los miedos personales con el afán de que sean superados y no vuelvan. Este es, indiscutiblemente, un gran consejo, pero no siempre resulta fácil llegar a la determinación de decir que vas a enfrentarte a ellos y más difícil es aún elegir la forma de combatirlo. Pero, ¿es este consejo siempre acertado? ¿debemos enfentrarnos a todos?
Yo creo que hay miedos que tienen una fundamentación racional y que no habríamos de superarlos, porque esa superación podría acarrerar consecuencias, previstas o no previstas, que no siempre serían positivas.
Hay miedos que es mejor mantener, porque si no tuviéramos esos miedos seríamos capaces de cometer las más grandes de las locuras, poniéndonos incluso en peligro.

sábado, 2 de abril de 2011

Dependencia

Existen muchos tipos de dependencia. La dependencia que un infante tiene de la leche de su madre, la dependencia de un drogadicto hacia sus drogas, la dependencia de una persona con discapacidad de otra persona que la ayude, la dependencia hacia la persona que nos ama, la dependencia de los humanos hacia la luz del Sol, la dependencia hacia la independencia...
Existen muchos tipos de dependencia, las hay buenas y malas y las hay que simplemente las hay. Hoy me gustaría hablar o analizar la dependencia que sentimos las personas hacia la persona de la que estamos, o creemos estar, enamorados.
Cuando cualquier pareja empieza a salir, se crea una situación de dependencia, que normalmente lleva un ritmo creciente a medida que avanza la relación. Al empezar, dependemos del otro para hacer casi cualquier cosa de nuestra vida. Si tenemos un hueco libre la tarde del viernes a la primera persona a la que llamaremos será aquella con la que queremos compartir esa tarde, osea, ESA persona. Lo mismo ocurre cuando tenemos que tomar una decisión respecto a cualquier tema, siempre pediremos consejo a aquella persona que consideramos primordial y necesaria en nuestra vida, sin la cual no sabríamos vivir.
Una vez la relación avanza esa relación de dependencia avanza en ritmo creciente. Normalmente en el mismo ritmo que la relación, pero si bien es verdad que esto ocurre casi siempre también es verdad que la relación la conforman dos personas y que independientemente de la relación cada persona lleva un ritmo. ¿Puede la relación ir a un ritmo y la relación de dependencia a otro? Por supuesto. Cada persona tenemos unas necesidades que van cambiando a lo largo de nuestra vida, y también una necesidad de dependecia y de no-dependencia.
Hay personas que necesitan ser mimadas y atendidas a cada momento, y las hay también que con una llamada de más se agobian enseguida y no quieren continuar. Las hay que se pasarían hablando con la otra persona toda la vida y las hay que no soportan hablar por teléfono. Las hay que no se cansarían de ver dormir a su pareja y las hay que ni siquiera saben a qué hora ocurre eso.
La dependencia es algo innato en el ser humano. Somos dependientes desde el momento en que nacemos: de nuestra madre en un primer momento, luego de nuestros padres, profesores, amigos, abuelos, directores, pruebas de acceso, exámenes, resultados, tests, jefes, trabajos, hipotecas, maridos, mujeres, hijos, hijas, nietos, nietas... No debemos mirar la dependencia como una señal de debilidad o como algo negativo, todos hemos sido y seremos dependientes de algo en nuestra vida.
Con lo único que tenemos que tener cuidado acerca de nuestra dependencia es decidir sobre qué o quién queremos ser dependientes, en qué medida y descubrir si vale la pena.
Si elegimos con cuidado y claridad a las personas que conforman esa dependencia, lo demás viene rodado. Se que lo leerás princesa mallorquina, paciencia.