jueves, 17 de febrero de 2011

Recuerdos

Tenía entonces unos 14 años. En esa época todavía pintaba. Iba a una escuela de pintura todos los sábados por la mañana, y allí pasaba sobre unas cuatro horas pintando.
Adoraba el olor a aguarrás y a óleo que se me quedaba en la ropa, además siempre volvía a casa con las manos y la ropa llenas de pintura, e incluso a veces la cara. Volvía a casa con mi lienzo cada día más avanzado, y, cuando lo acababa, con una mezcla de sentimientos entre morriña, orgullo y excitación, empezaba uno nuevo.
Realmente nunca debí haber estado en aquella clase, para poder matricularte en ese nivel tenías que haber cursado los cursos anteriores, pero me daba igual. Cuando aún no iba a esa clase siempre estaba allí, maravillada por los cuadros de aquellos pintores, de aquellos artistas. Cuando cumplí los 12 años me cansé, quería, necesitaba estar ahí, en aquella clase. Y lo conseguí
Recuerdo aquel primer día, cuando nos asignaron un caballete y nos presentaron a la profesora que tantas veces había visto corregir a los que a mis ojos eran artistas, unos genios de la pintura, y a los que a los suyos eran alumnos que aún tenían mucho que aprender y ofrecer.

Habia en aquella clase un señor, de unos 50 años (como casi todos los que allí estaban). Recuerdo que me acerqué a él y le dije que desde que iba a esa escuela, me habían gustado todos sus cuadros. Separó su mirada del cuadro, se giró y me respondió con una sonrisa, preguntándome el nombre. "Elena", le dije. "Elena de Troya", contestó él. Y sonriendo de nuevo volvió a su cuadro.
Admiraba a ese hombre, me caía estupendamente bien. Siempre venía a ver cómo iba  progresando con el cuadro y me decía los posibles fallos, pero siempre acababa con un: "va bien, va bien". Usaba técnicas que Marlén (la profesora), alias "la jefa" no dejaba hacer, y cuando las hacía sin que ella se diera cuenta, me miraba con cara de complicidad y ojos de chiquillo travieso...sonreíamos
En aquella clase pasé varios años, vi a gente que iba y venía. Las más jovencitas tendrían 17 y 18 años. Habían dos que eran gemelas, se preparaban para entrar en Bellas Artes. Recuerdo que siempre que pintaban algún retrato, le otorgaban una mirada especial, que realmente no se definir con palabras. Hace varios años vi a una de ellas, estaba en 5º de carrera, Bellas Artes, como quería.
Había otra chica que era rubia, Pilar creo que se llamaba, de ella recuerdo 3 cosas: nunca se rendía con ningún dibujo, me contó que no tenía la regla porque había tenido cáncer de ovarios y se los habían extirpado y que cuando cumplió los 18 me dijo: "No es un día especial para mí, una fecha no me convierte en adulta, lo hace la madurez y el día a día".
Una mañana, como otra cualquiera, yo estaba inmersa en un cuadro. Eran 3 mujeres, y no conseguía hacer bien la expresión de una de ellas. El hombre del que he hablado antes, del cual no recuerdo su nombre, me decía: "No te preocupes, va bien, cuando lo tengas acabado avísame". Aquella mañana, tendría yo unos 14 años, vino Marlén a mi caballete. El hombre había sufrido un infarto y había muerto. Nunca vió acabado el cuadro, y yo nunca lo pude terminar.

Ha sido un encuentro fortuito en el metro, la mujer del rostro que nunca llegué a terminar me ha visto y me ha saludado.

2 comentarios:

  1. jo, que triste :(

    Si te gustaba tanto la pintura, vuelve a ella. No la dejes de lado. Seguro que lo disfrutarías.

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  2. Me parece que al final me voy a aficionar a tu blog...
    Y estoy con Lola, si te gusta vuelve a ello.

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